martes, 5 de mayo de 2009

El franquismo y los prostitutos intelectuales.

lunes 19 de enero de 2009

Gustavo Vidal Manzanares.
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Aunque sectores vinculados al PP se niegan a condenar el franquismo, la vergüenza y la sangre salpica a cualquiera que escarbe entre el horror de esta página de nuestra historia. Uno de los renglones más torcidos lo constituye el de los niños robados a sus padres.

En el reciente sumario sobre el franquismo, que empezó a instruir Baltasar Garzón, se establece que la cifra de estos niños, hijos de presas y tutelados por el Estado, alcanzó entre 1944 y 1951 más de 30.000, según los datos aportados por un organismo penitenciario de la época, el Patronato de Nuestra Señora de la Merced para la redención de penas por el trabajo.Aquellos niños eran arrancados a sus padres, y los apellidos se falseaban para conferir apariencia de legalidad a las adopciones. Después eran asignados a familias “de reconocida moralidad y adornados de garantías que aseguran la educación en un ambiente familiar irreprochable desde el triple punto de vista religioso, ético y nacional”.

Estas acciones reflejan tanta hipocresía y maldad que parecen producto de una mente calenturienta. Sin embargo en las actuaciones sumariales se reflejan frecuentes falsificaciones de datos registrales para impedir que los padres pudieran recuperar a sus hijos robados y ubicados en “ejemplares familias cristianas”.

En los folios del sumario podemos también contemplar con espanto los casos de mujeres violadas y fusiladas tras dar a luz. Los bebés eran posteriormente repartidos entre “piadosos padres adoptivos”.

El juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, ha remitido la investigación de “los niños robados del franquismo” a siete juzgados decanos. Concretamente, los de Barcelona, Burgos, Valencia, Vizcaya, Madrid, Málaga y Zaragoza.

En su auto de noviembre, Garzón insistía en la obligación de investigar lo ocurrido a “los niños perdidos” y subrayaba que “el número indeterminado de menores en estas circunstancias dura hasta la fecha”.

Obviamente, cualquier persona con mínimos conocimientos jurídicos coincide con Garzón en que la “sustracción sistemática de niños” a padres que eran considerados “no aptos para asumir su cuidado y protección debido a su ideología” constituye un crimen contra la humanidad y, como tal, no puede ser amnistiado ni está sujeto a prescripción.

Ninguna persona honrada puede negar que, tras la guerra civil, en España se perpetró una desalmada represión, un genocidio. Docenas de miles de hombres y mujeres fueron torturados, encarcelados y asesinados por sus ideas. Lamentablemente, en los últimos tiempos, no han faltado individuos, prostitutos intelectuales, que movidos por la codicia, la vanidad o la ignorancia, han intentado justificar o quitar hierro a estos crímenes contra la humanidad.

Mientras en Alemania constituye delito negar el holocausto, en nuestro país lenguas sucias—hablo en términos generales, que cada cual concrete a quien quiera—justifican el franquismo. Opino que la última meretriz del más sórdido club de carretera conserva más dignidad que esta ralea de prostitutos intelectuales.